Amicus meus osculi me traditit signo:quem osculatus fuero ipse est,tenete eum:hoc malum fecit signum qui per osculum adimplevit homicidium.En un concierto, allá en el invierno de 1997, que tuve la dicha de cantar junto con el "Quartet Rubricata" en Sant Andreu de la Barca (Barcelona) se me ocurró presentar la música de Tomás Luis de Victoria como dotada de una elegante monumentalidad arquitectónica. Aquella tarde hasta los compañeros del cuarteto se mostraron un poco sorprendidos de mis pomposos calificativos, pero hoy, Jueves Santo, viajando rodeado de esta polifonía renacentista no podía más que confirmar mis apreciaciones de aquella lejana velada. Es más, añadiría matices que hacen que su música brille especialmente entre la de otros polifonistas de su época.
Porque si escuchar en esta época sus Officium Hebdomadae Sanctae, resulta una experiencia equiparable a la de caminar por cualquiera de las magníficas catedrales tardomedievales europeas, Victoria daba a sus Oficios de Semana Santa un carácter dramático único que para el oyente de la época debía resultar sobrecogedor, y aún hoy en día no pasa desapercibido para el viajero que recorre la Península Ibérica en el interior de su vehículo buscando unos días de descanso vacacional.
Como ejemplo, esas lineas con las que he iniciado este comentario. Ese Amicus meus perteneciente al oficio de Jueves Santo (Feria V: In Coena Domini) en el que se recuerda la Última Cena, se inicia como un amargo reproche al amigo traidor, que asesina con un beso. La música de Tomás Luis de Victoria nos transmite el hiriente desconcierto de la traición. Y todo ello sin perder la compostura, recordándonos en todo momento que estamos dentro de la monumentalidad arquitectónica de esa magnífica catedral sonora que es su polifonía.
He escuchado muchas versiones en directo y en disco de esta música. Y no sólo Victoria, sino otros grandes polifonistas hispanos (Guerrero, Lobo, Morales, Vivanco...) son muy dignos de tener en cuenta. Escuchar su música en estos días de cambio, equinocciales, primaverales, cuando el año da un giro, son una experiencia memorable y no sólo para los que creen en los misterios de la Semana Santa, sino que su escucha puede ir de lo meramente placentero, a ser una invitación a la reflexión personal, al planteamiento tranquilo y reposado de cuestiones que no necesariamente tienen que estar dotadas de trascendencia religiosa.
Recordemos que en el Renacimiento se estaba produciendo un resurgir del humanismo y que incluso en la muy católica España tridentina la música religiosa se veía impregnada de ciertos valores eminentemente humanos. La música de Victoria y los otros polifonistas nos habla de Dios, pero también de valores como la amistad, la lealtad, la verdad, del dolor, del amor...
La geografía española está llena de lugares donde disfrutar de las más diversas celebraciones de la Semana Santa. La ventaja de la música es que hoy en día resulta totalmente portátil y podemos disfrutarla en el salón de casa, en nuestro lugar de vacaciones o incluso en los desplazamientos con nuestro vehículo. Eso sí, lo más recomendable es evitar auriculares que constriñan la música. Estas piezas exigen amplitud para que se exhiban en toda su majestuosidad. Así conseguiremos hacer de esta música una doble celebración: celebración de los placeres de la música, celebración del solaz del espíritu.