Recientemente he tenido la oportunidad de visitar el museo de instrumentos musicales de Santo Domingo de Silos. Un museo que tiene el pomposo nombre de Los Sonidos de la Tierra y en el que desde la entrada piden al visitante que guarde silencio... y no porque la voz de un amigo de la música pueda perturbar esos sonidos de la Tierra que el nombre del museo parece prometer. Nada de eso. Un silencio monástico, entendible en la visita a un cenobio, acompaña al visitante en el paseo entre esa colección de urnas que más recuerdan a un cementerio de la música que a un lugar destinado, como su nombre indica, a celebrar los sonidos del mundo.
Y sin embargo no deja de ser levemente interesante la visita. Se pueden ver muchos instrumentos folklóricos, pero al final la impresión es la de la acumulación de cultura apolillada. Paradójicamente, la visita al mismo monasterio de Santo Domingo realizada el día anterior resultaba más viva que el triste deambular por las vitrinas-jaula donde languidecían, encerrados y silentes, los instrumentos musicales.
Los "Sonidos del Silencio", Simon & Garfunkel dixit.
ResponderEliminarVicente.
Vicente: No se me había ocurrido esa conexión. Yo seré inconmensurable, pero tú además eres infalible.
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